El fuego dormido

Somos pequeñas piezas perdidas en el frío de la máquina antropológica, demasiado grande para ser gobernada.
No se trata de controlar la máquina, me dirías, basta con dejarla en suspensión.
El fuego dormido es una pieza audiovisual en la que la relación entre el audio y la imagen no se da de primeras como algo intrínseco. Una chica se somete a una operación de ojos, la imagen documenta todo el proceso. El audio sin embargo corresponde a una intimidad afín a los procesos de duelo. Una voz femenina nos lee la carta que está escribiendo. Entendemos que su destinatario es la persona fallecida y que sobre ella recaen los reproches, las disculpas y los afectos. Dos procesos de cambio que, si en un principio se muestran al espectador como autónomos e inconexos, en su final se revelan como los propios de aquella chica que ahora se levanta de la silla de operaciones. Exponemos aquí una ligazón entre los procedimientos de la mente y las facultades de la mirada como dos partes de una misma cosa, que no obstante han de ejercitarse para darse encuentro.